Kiribati: el país donde colisionan la salud humana y la del planeta

El archipiélago del Pacífico, entre los más vulnerables al cambio climático y al calentamiento global, muestra ya algunos de los impactos más tangibles

Kiribati, 21 de noviembre de 2022.- Kiribati, un vasto archipiélago en el Pacífico centro-occidental, está mostrando algunas de las consecuencias más dramáticas del cambio climático con un fuerte impacto también en la salud de las personas. Médicos Sin Fronteras (MSF) ha lanzado una intervención médica para responder a las necesidades de salud de la población, cuyo enfoque principal es la salud maternoinfantil.

Kiribati es el único país del mundo que toca los cuatro hemisferios. Los 32 atolones (y una isla de coral) se sitúan entre Australia y Hawái y, en conjunto, abarcan 811 kilómetros cuadrados de tierra firme en una vasta zona oceánica de 3,5 millones de kilómetros cuadrados. A algunas islas orientales se tarda una semana en llegar en barco desde la isla principal, y si no fuera por un ajuste en la línea internacional de la fecha, tendría 24 horas de diferencia.

La mitad de la población total del país (estimada en 120.000 personas) vive en la capital, Tarawa del Sur. La isla principal, una delgada franja de tierra con forma de bumerán, apenas puede albergar a todos sus habitantes. El hacinamiento, consecuencia de la elevada tasa de natalidad (26 nacimientos por cada 1.000 habitantes) y del crecimiento urbano de Tarawa Sur debida a la migración desde las islas exteriores, agrava los problemas sanitarios y sociales y las cuestiones medioambientales.

"Kiribati tiene una de las mayores cargas de enfermedad del mundo, incluida la mayor incidencia de lepra, una de las más altas de tuberculosis y diabetes; y una de las tasas más bajas de acceso a la atención primaria. Es evidente que hay necesidades que no están cubiertas", explica Alison Jones, coordinadora médica de MSF en Kiribati. Además, los problemas medioambientales son significativos y van en aumento. ​

Uno de los lugares más vulnerables al clima

La frágil situación de los habitantes de Kiribati se ve amenazada por el cambio climático. La gran mayoría de los hogares reportaron impactos climáticos ya en 2016, y el 81% ya se ha visto directamente afectado por el aumento del nivel del mar.

La pequeña masa de tierra firme es especialmente vulnerable a la subida del mar: el punto más alto de Tarawa está a solo tres metros sobre el nivel del mar. Las pruebas del retroceso del terreno debido a la erosión son evidentes y visibles por todas partes. En algunos lugares, árboles yacen donde antes había playas. Las casas se abandonan a medida que el agua se aproxima y los sacos de arena se alinean en la costa tratando de protegerla. Con la marea alta, las olas se estrellan contra la carretera principal e inundan las casas.

Junto con la erosión, aumentan la salinización de las fuentes de agua subterránea y del suelo, las temperaturas, la frecuencia de las ‘mareas reales’* más frecuentes y la sequía. En Kiribati se da lo que se ha venido a llamar ‘la paradoja del agua’: junto a la amenaza de la subida del mar y las inundaciones, la población se ve afectada por la escasez de agua potable. En Tarawa, el agua de los pozos está contaminada por el agua del mar y el manejo inadecuado de residuos.

Otro problema de la reducción de la tierra es la amenaza a los cultivos. La mayoría de los habitantes del archipiélago se dedican a la agricultura de subsistencia, especialmente en las islas más distantes, pero esta actividad ha disminuido en los últimos años.

La pesca también se ha visto afectada. Con el impacto de la superpoblación y el clima sobre la pesca en los arrecifes, la pesca costera pronto no podrá satisfacer las necesidades alimentarias. En general, se calcula que Kiribati necesitará un 50% más de alimentos en 2030 para sostener la creciente demanda interna.

La inseguridad alimentaria no solo se debe a las condiciones meteorológicas extremas; los estilos de vida están cambiando. Muchos jóvenes ya no producen ni preparan los alimentos de forma tradicional, sino que prefieren la comodidad de los alimentos importados. Los productos frescos no son muy accesibles. Una calabaza puede costar 20 euros, y una sandía 32 euros, algo que está fuera del alcance de la mayoría de la población teniendo en cuenta que los salarios mínimos rondan el euro por hora. No es de extrañar, por tanto, que casi todos los kiribatianos no ingieran las raciones de fruta y verdura recomendadas.

El abandono de las dietas tradicionales de pescado, babai (taro de los pantanos, planta tropical muy popular en la Polinesia), fruta del pan (fruto tropical que se obtiene del árbol del pan) y coco (con carne de cerdo para celebraciones especiales y las fiestas) tiene consecuencias para la salud de la población. La mayoría come ahora arroz blanco como alimento básico, con la adición de bebidas azucaradas importadas, así como alimentos enlatados y procesados.

Se calcula que el 38% de los hombres y el 54% de las mujeres sufren obesidad, mientras que entre los niños menores de cinco años, el 25% tiene un peso inferior al normal. De los factores de riesgo de las enfermedades no transmisibles, el 70% de los adultos de 18 a 69 años tienen tres o más.

La crisis climática es una crisis sanitaria

La salud humana depende de la salud y la sostenibilidad del medio ambiente. En ningún lugar es esto más evidente que dentro de los límites de una isla.

"Aquí se produce una colisión entre la salud planetaria y las enfermedades no transmisibles que no se ve en ningún otro lugar", afirma el Dr. Lachlan McIver, asesor de MSF en materia de enfermedades tropicales y salud planetaria. McIver considera que los pequeños estados insulares son "canarios en la mina de carbón del cambio climático".

El 75% de las muertes en la región del Pacífico se deben a las enfermedades crónicas, y estas son la principal causa de problemas de salud en Kiribati. Las tasas de diabetes en Kiribati son elevadas y van en aumento: entre las mujeres de 45 a 69 años, más del 44% tiene diabetes.

Además de una dieta de mala calidad, la hipertensión, la falta de ejercicio y el tabaquismo contribuyen a estas altas tasas de enfermedad.

"La diabetes en las mujeres embarazadas es especialmente preocupante, ya que esta enfermedad puede suponer un alto riesgo para las madres y los bebés, que necesitan acceder a atención especializada para su tratamiento durante el embarazo, el parto y el posparto", explica la referente médica del proyecto de MSF en Kiribati, la matrona Sandra Sedlmaier-Ouattara.

El trabajo de MSF en Kiribati tiene como objetivo inicial mejorar la detección y el tratamiento de la diabetes y la hipertensión relacionadas con la salud materna en las islas Gilbert del Sur, con base en Tabiteuea Norte.

En la actualidad, las mujeres embarazadas de alto riesgo de las islas exteriores tienen un acceso limitado a la atención secundaria y deben dejar a sus familias para ser trasladadas en avión a la capital, Tarawa, para recibir atención especializada hasta el momento del parto, y después si es necesario.

"Nuestras actividades en las clínicas de salud primaria incluyen la mejora de la atención prenatal en general, con un enfoque adicional en la detección temprana de la diabetes y la hipertensión. También apoyamos el parto, el puerperio y la atención neonatal en el Hospital del Sur de Kiribati. Para tener un impacto a largo plazo y para la sostenibilidad, nuestras actividades se centran en la formación y la tutoría del personal médico", añade Sandra.

Otras actividades buscan mejorar la atención a los recién nacidos en las primeras 24 horas de vida mediante la formación de matronas y del personal médico y de enfermería así como la gestión de casos, en Tabiteuea Norte y Tarawa.

MSF también va a apoyar la mejora de las infraestructuras en el hospital de Tabiteuea Norte, mediante el suministro de energía renovable, agua potable y la gestión de residuos y brindando soporte en materia de derivaciones y la capacidad quirúrgica.

* Término para mareas excepcionalmente altas.


Médicos Sin Fronteras (MSF) inició sus actividades médicas en Kiribati en octubre de 2022. El equipo, que incluye un pediatra, una matrona y un médico general, brinda apoyo al Ministerio de Salud y Servicios Médicos para mejorar la atención en salud materna y neonatal.

 

 

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