MSF trata en Jordania a niños gravemente heridos en la guerra de Gaza
Unas 12.000 personas con necesidad urgente de recibir tratamiento especializado siguen atrapadas en la Franja. MSF pide a las autoridades israelíes que permita sus evacuaciones médicas
Amán (Jordania), 11 de octubre de 2024.- Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), con cifras del Ministerio de Salud de Gaza, más de 42.000 personas han muerto en Gaza en los más de 12 meses transcurridos desde el inicio de la guerra, el 7 de octubre de 2023, y casi 98.000 han resultado heridas. De todas ellas, se estima que al menos 12.000 siguen necesitando evacuación médica urgente.
“Sabemos por nuestra experiencia en nuestro hospital de cirugía reconstructiva de Amán, donde llevamos casi 20 años tratando a personas con heridas de las guerras de toda la región, que hasta el 4% de las personas que sufren heridas de guerra necesitarán cirugía reconstructiva”, afirma Moeen Mahmood Shaief, coordinador general de Médicos Sin Fronteras (MSF) en Jordania.
FOTOS PARA MEDIOS: MSF TRATA EN JORDANIA A NIÑOS GRAVEMENTE HERIDOS EN LA GUERRA DE GAZA
En este hospital de Amán, abierto en 2006 para tratar a pacientes con heridas de guerra que necesitan servicios de cirugía reconstructiva, MSF ofrece un paquete de atención integral, que incluye rehabilitación, fisioterapia y apoyo en salud mental. Desde hace varias semanas, en él reciben tratamiento una decena de niños y niñas, como Karam, Deema, Abdulrahman y Hazem, que perdieron a gran parte de sus familias y resultaron gravemente heridos en Gaza. Ellos consiguieron sortear las barreras para recibir la atención médica que necesitan y poder empezar a curar sus graves heridas físicas y mentales, pero sus casos son una excepción, no la regla.
“En el caso de Gaza, estamos hablando de casi 100.000 heridos desde el 7 de octubre, por lo que podemos calcular que hasta 4.000 personas en la Franja necesitan cirugía reconstructiva y rehabilitación integral”, explica Moeen Mahmood Shaief.
“El proceso que permite derivar a un herido al extranjero para recibir atención médica es largo y complicado, porque los criterios de las autoridades israelíes para aprobar las solicitudes de evacuación no son claros y que los pacientes a menudo tienen que esperar meses para recibir una respuesta”, prosigue Moeen Mahmood Shaief.
Según la OMS, casi el 60% de las solicitudes de evacuación médica desde Gaza son denegadas. “Esto incluye las solicitudes para evacuar a niños y niñas heridos y a sus cuidadores”, explica Moeen Mahmood Shaief.
“De los ocho casos para los que solicitamos evacuación médica en agosto, las autoridades israelíes solo aprobaron tres, acompañados cada uno de ellos por sus cuidadores”, afirma desde Gaza el Dr. Hani Isleem, coordinador de MSF para evacuaciones médicas.
“Volveremos a solicitar la siguiente tanda, pero tenemos claro que no aprobarán a todos los pacientes. Quizá desconfíen de que permitan salir de la Franja de Gaza a los adultos, pero ni siquiera esa desconfianza puede explicar la negativa a evacuar a los niños”, subraya.
Desde MSF se hace un llamamiento a las autoridades israelíes para que garanticen las evacuaciones médicas de los palestinos que necesitan atención médica especializada, incluidos sus cuidadores, y para que otros estados reciban y faciliten el tratamiento fuera de Gaza, garantizando al mismo tiempo que todos los pacientes y sus cuidadores tengan garantizado un retorno seguro, voluntario y digno a Gaza.
A día 30 de septiembre, se estima que son 6.075 las evacuaciones aprobadas de un total de 15.600 solicitadas (un 38,9%). De ellas, algo más de 5.100 ya han sido efectivamente llevadas a cabo. Quedarían alrededor de 12.000 personas más con necesidad de una evacuación urgente (datos de la OMS actualizados a 30 de septiembre).
La guerra provoca un fuerte impacto en la salud mental de los heridos
Los equipos de salud mental que tratan a los pacientes del hospital de Amán han observado que, antes del inicio de la guerra, los palestinos de Gaza ya sufrían depresión y frustración, a menudo relacionadas con el desempleo, la pobreza, así como con las discapacidades y amputaciones causadas por guerras anteriores. Sin embargo, desde el 7 de octubre la salud mental de los gazatíes se ha deteriorado drásticamente.
“Muchos de los pacientes que llegan de Gaza al hospital de Amán sufren no solo trastorno de estrés postraumático, sino incluso síndrome de estrés agudo”, afirma el Dr. Ahmad Mahmoud Al Salem, uno de los psiquiatras del hospital. “Esto significa que los pacientes suelen tener muchas pesadillas y muchos flashbacks, así como bajo estado de ánimo, insomnio y evitación de todo recuerdo”.
Muchos palestinos de Gaza han presenciado la destrucción de sus hogares y el asesinato de sus familias, y muchos han sufrido heridas que les han cambiado la vida. Además, reciben constantes noticias de la pérdida de más familiares y amigos.
“No se trata de un trauma normal”, afirma el Dr. Al Salem. “Es una catástrofe enorme y atormentadora, y psicológicamente sus mentes son incapaces de soportar todo este estrés”.
El equipo de salud mental de MSF en el hospital de Amán ofrece una terapia integral a los pacientes que han sufrido un trauma agudo. A los niños y niñas se les ofrece apoyo psicológico individualizado, así como actividades educativas y terapia ocupacional para ayudarles a sentirse más capacitados. Los casos más graves son remitidos al Dr. Al Salem para que reciban apoyo psiquiátrico y medicación.
“Los adolescentes son especialmente vulnerables al estrés agudo y a las lesiones que les han cambiado la vida”, afirma el Dr. Al Salem. “Para los adolescentes puede llegar a ser especialmente traumático, ya que esto les ocurre en un periodo de sus vidas en el que están empezando a formar su personalidad y su identidad. Están empezando a comprender su lugar en el mundo y se preguntan: '¿Seré productivo algún día, seré atractivo, podré ganar dinero?'”.
Según el Dr. Al Salem, los pacientes adolescentes que han sufrido heridas graves o discapacitantes, necesitarán psicoterapia a largo plazo, ya que no solo precisarán de apoyo para afrontar recuerdos dolorosos y traumas mentales, sino ayuda para reconstruir su sentido de la autoestima y aprender a vivir con una discapacidad.
“Estos niños necesitan ayuda para recuperar su autoestima”, dice el Dr. Al Salem. “Intentamos trabajar con ellos para empoderarlos mediante terapia ocupacional y mostrándoles que pueden crecer y recuperarse. Pero lleva tiempo”.
La historia de Karam
Karam es uno de esos casos excepcionales que consiguen ser evacuados médicamente fuera de Gaza y escapar así del horror que se vive allí dentro; un horror que se ha cobrado la vida de más de 42.000 personas en el último año y que ha causado alrededor de 100.000 heridos de diversa gravedad.
A sus 17 años, este adolescente ha perdido a casi todos los miembros de su familia. Gravemente herido durante uno de los indiscriminados bombardeos israelíes en la Franja de Gaza, hoy trata de recuperarse de sus heridas, físicas y mentales, en el Hospital de Cirugía Reconstructiva de MSF en Amán.
El sol entra por la pequeña ventana de la estéril habitación del hospital y unas cálidas líneas anaranjadas iluminan el rostro de Karam, resaltando las cicatrices blancas que tiene de su mejilla izquierda. A medida que se levanta lentamente para sentarse, usa su mano derecha para atarse un largo trozo de plástico de color piel en la parte superior del brazo izquierdo.
“Había oído que, cuando mueres, puedes seguir oyendo las voces de la gente mientras te entierran, que puedes oír sus oraciones y sus pasos mientras se alejan de tu última morada”, cuenta Karam desde el hospital de MSF en Amán.
“En la ambulancia sentía los baches de la carretera, pero no podía abrir los ojos. Aún oía voces, así que tenía miedo, miedo de que tal vez ya estuviera muerto”, recuerda. "Cuando oí a alguien decir: 'Ha fallecido, no hay esperanza', tuve miedo. Tenía miedo de que me enterraran vivo”.
El 14 de febrero de 2024, un ataque aéreo israelí arrasó la casa de Karam en Gaza, matando a todos los miembros de su familia excepto a su hermana de 7 años, Ghina, y a su padre, Ziad. Karam resultó gravemente herido, con quemaduras en toda la cara y el cuerpo.
Ese día, el hospital Al Aqsa estaba desbordado de personas heridas tras uno de los bombardeos israelíes sobre el campo de Nuseirat, en el centro de Gaza. Cuando Karam llegó al hospital, el equipo de urgencias intentó reanimarlo sin éxito.
Una hora más tarde, el tío de Karam, que trabajaba como enfermero en el hospital Al Aqsa, entró en urgencias y se dio cuenta de que su sobrino aún respiraba. Llevó a Karam al quirófano, donde el equipo de MSF le practicó la reanimación cardiopulmonar y le operó de urgencia, salvándole la vida.
Su padre, Ziad, psicólogo de la Agencia de Naciones Unidas para la población refugiada de Palestina (UNRWA), trabajaba en un centro de refugiados cuando su casa en Nuseirat fue atacada.
“Cuando me enteré del ataque, corrí a Al Aqsa, ya que mi vecino me dijo que Ghina y Karam habían sido llevados allí”, dice Ziad. “Llegué a urgencias y había cadáveres por todas partes, por todo el suelo. Encontré a mi hija, Ghina; tenía quemaduras de primer grado en la cara, los hombros y la espalda”.
El impacto de la bomba lanzada sobre la casa de Ziad fue tan profundo que los restos de la casa fueron succionados por el suelo. La bomba mató a 13 miembros de la familia de Ziad, entre ellos su esposa, su hijo menor Mohammed y su hijo mayor Tareq, que se había quedado atrapado en Gaza debido a la guerra mientras estaba de visita desde Rusia, donde estudiaba odontología.
“Había un niño a mi lado y estaban intentando salvarle la vida. Era mi hijo Karam, estaba tumbado a mi lado, pero no me di cuenta de que era él”, cuenta Ziad. “No tenía rasgos humanos. No le quedaba ropa. Su cuerpo estaba completamente negro. Tenía los ojos cerrados”.
Tras estabilizar a Karam, MSF y el personal del Ministerio de Salud del hospital de Al Aqsa llevaron a cabo seis rondas de operaciones de cirugía plástica. Tenía quemaduras de primer y segundo grado en manos y piernas, la cara quemada y graves lesiones en la córnea. Perdió audición en el oído izquierdo y tenía el tímpano perforado. Estuvo siete días en coma.
Semanas después, Karam fue evacuado al hospital emiratí de Al Arish, en Egipto, antes de ser trasladado en avión al Hospital de Cirugía Reconstructiva de MSF en Amán, donde, al igual que su hermana Ghina, recibe rehabilitación integral.
Hoy, seis meses después del terrible ataque a su casa, Karam vuelve a caminar, puede mover el brazo y su ojo izquierdo se está reabriendo lentamente; una recuperación casi milagrosa teniendo en cuenta que en un principio el personal médico del hospital Al Aqsa lo dio por muerto.
Karam sonríe mientras suelta las muletas en el servicio de fisioterapia y se agarra a las barras estabilizadoras paralelas para dar unos pasos hacia delante. Antes de la guerra quería ser dentista, como su hermano mayor Tareq, pero desde que resultó herido no está seguro de que sea posible.
“Voy paso a paso”, dice Karam. “Si la guerra termina, si Dios quiere, volveremos a Gaza. Es mi país, es donde he pasado toda mi vida. Mis amigos están allí. Pero por ahora, estoy aquí y solo quiero mejorar. Primero un paso y luego otro”.
La historia de Deema y Hazem
Deema, de 11 años, y su familia estaban refugiados en su casa, en la ciudad de Gaza. Un ataque aéreo israelí alcanzó entonces la casa de su vecino el 10 de octubre de 2023, apenas unos días después de que comenzaran los bombardeos. Deema se encontraba en el cuarto piso, con su sobrino en brazos, cuando el edificio se derrumbó.
“Estaba muy asustada, completamente a oscuras bajo los escombros. No oía a nadie y no podía hablar, tenía la cara cubierta de polvo y piedras. Estaba convencida de que iba a morir. Fui consciente de que había sido una bomba. Sentía los escombros sobre mi cuerpo. No podía levantarme, no podía moverme. Fue la sensación más dura de mi vida y, hasta el día de hoy, no puedo olvidar lo que supuso estar bajo los escombros, despierta, viva y consciente, pero sin poder levantarme ni moverme”.
En el ataque murieron 75 personas, entre ellas Hamza, el hermano de 14 años de Deema. Su hermano menor, Hazem, había estado jugando al fútbol en el exterior y también resultó gravemente herido cuando se derrumbó el edificio. Cuando el polvo se asentó y los equipos de rescate llegaron al lugar de los hechos, Deema y Hazem fueron trasladados al Hospital Al Shifa, donde recibieron atención médica de urgencia. A día de hoy, el cuerpo del bebé sigue sin haberse encontrado.
“Esta mano estaba bien, mi mano izquierda. La saqué por un hueco y empecé a moverla. Utilicé un cable para hacer señales a la gente de que estaba allí. Recuerdo que oí voces y sentí aire en la pierna. De pronto alguien me vio, así que me sacaron y me llevaron a la ambulancia que me condujo hasta el Hospital Al Shifa”, continúa Deema.
Deema sufrió fracturas en el fémur y el hombro derechos, así como una herida abierta en la frente. “Aquello fue cuando el ejército israelí entró por primera vez en Al Shifa, por lo que no me pudieron operar. Mi fractura se curó, pero se curó mal”.
Debido a los incesantes bombardeos de la ciudad de Gaza, Deema, Hazem y su madre, Eman, permanecieron en el Hospital Al Shifa durante seis meses, comiendo, durmiendo y recibiendo allí cuidados, junto con otros miles de palestinos que se refugiaban en el interior del hospital.
El 18 de marzo de 2024, las fuerzas israelíes rodearon el hospital y obligaron a huir a las miles de personas que se encontraban allí. En el caos de la evacuación, Deema se separó de su madre y de Hazem, que se vieron obligados a trasladarse al sur. Mientras tanto, Deema consiguió reunirse con su padre y se refugió con él en la escuela Asmá de la ciudad de Gaza, donde permanecieron 45 días.
“Nos alojamos en un aula con unas 50 familias”, cuenta Deema. “Casi no teníamos comida ni agua, y no había electricidad ni gas, así que teníamos que encender hogueras. Tenía el hombro roto, no podía moverlo en absoluto y apenas podía andar por aquel entonces”.
A principios de mayo, Deema pudo por fin viajar al sur de Gaza, donde se reunió con su madre y Hazem en Rafah. Una semana después fueron evacuados médicamente, primero a Egipto y luego al hospital de MSF en Amán, donde los dos hermanos siguen recibiendo cirugía reconstructiva, fisioterapia y apoyo en salud mental. Allí, el equipo de fisioterapia de MSF trabaja para curar sus fracturas antes de que le retiren el fijador externo de la pierna. Los profesionales que la atienden esperan que con el tiempo pueda recuperar la plena funcionalidad de sus extremidades.
“He mejorado mucho. No podía mover el hombro. Pero, con la fisioterapia, ahora puedo moverlo y levantar la mano hacia arriba y abajo. La guerra debe terminar. Necesitamos reconstruir nuestra casa. Necesitamos un lugar donde quedarnos. Un refugio donde podamos vivir y encontrar cobijo”.
“Me resulta difícil pensar en el futuro mientras haya guerra en Gaza. Queremos que Gaza vuelva a ser como antes. Solo quiero que vuelva a ser como era. Echo de menos mi hogar, la seguridad. Quiero que volvamos a ser como antes. Sin miedo, sin preocupaciones. Quiero seguir estudiando, volver a la escuela. Ir a la universidad, hacer mis exámenes y tener éxito. Y ser ingeniera”.
La historia de Abdulrahmán
Un ataque israelí hirió gravemente a Abdulrahman, de 15 años, el pasado 10 de febrero en el norte de Gaza, cuando él y sus amigos iban en busca de algo para comer.
“El misil cayó detrás de nosotros y me sentí como... en un remolino. Caí, y no recuerdo mucho. Volé desde el centro hasta el borde de la calle, a unos seis metros. Mi primo me ató la pierna a la altura del muslo y me dijo: 'O morimos todos como mártires o te vas solo'. Me dejaron atrás y dijeron que enviarían a alguien para ayudar”.
“Me arrastré solo hasta la acera. No había nadie conmigo. Empezaron a disparar proyectiles a mi alrededor. Vieron a un niño y me dispararon un misil de mi tamaño. Pero, gracias a Dios... seguí arrastrándome, desmayándome de vez en cuando. Seguí gritando”.
Abdulrahman casi pierde una pierna en el ataque. Tras ser operado de urgencia en Gaza, fue evacuado a Egipto y luego al hospital de MSF en Amán, Jordania.
“En el Hospital Baptista [de Gaza] me operaron sin anestesia. Me limpiaron y cortaron el hueso, todo sin anestesia. Porque no había. Si Dios quiere, de mayor quiero ser cirujano, como los médicos que me trataron la pierna”.
Fernando Calero