Más allá del golpe de Estado: la situación humanitaria en Burkina Faso lleva al país al borde del colapso
Meses de tensión y protestas en Burkina Faso culminaron con un golpe militar el lunes 24 de enero. La crisis política se añade a un contexto frágil, marcado por un deterioro dramático de la seguridad y un aumento vertiginoso de los desplazamientos de población. Esta situación ha dejado a muchas personas en una situación crítica y con grandes dificultades para encontrar alimentos, agua, refugio y atención médica. Las organizaciones humanitarias también se han visto afectadas por la violencia, lo cual dificulta extremadamente la capacidad de poder proporcionar la ayuda necesaria.
Uagadugú/Madrid/Barcelona, 27 de enero de 2022. Durante más de una década, la región central del Sahel, principalmente Malí, Níger y Burkina Faso, ha sido escenario de conflictos entre varios grupos armados y fuerzas gubernamentales e internacionales. En 2021, Burkina Faso se convirtió en el principal foco de violencia de la región, con un fuerte aumento de los secuestros y de los ataques, como el acontecido en Solhan en junio, cuando murieron 160 personas. Si bien este tipo de ataques de mayor envergadura sí son cubiertos por los medios internacionales, la mayoría de los continuos atentados que ocurren en el país pasan desapercibidos.
Un millón y medio de desplazados internos, insoportables niveles de violencia y de inseguridad y una situación humanitaria crítica han llevado el país al borde del colapso
Según la ONU, más de 1.5 millones de personas en Burkina Faso, que cuenta con una población de unos 20 millones, se han visto obligadas a abandonar sus hogares, la mayoría en los últimos tres años. De hecho, a finales de 2018 tan solo había alrededor de 50.000 personas desplazadas en el país. La mayor parte de estos movimientos de población se han producido en las regiones de Sahel, Centro-Norte y Este, pero el conflicto está afectando progresivamente a zonas que antes se consideraban estables.
Las situaciones de violencia pueden estallar en cualquier lugar y en cualquier momento, por lo que la gente se ve obligada a tener que huir sin ni siquiera tener tiempo para recoger los enseres más básicos o algo de ropa. "Una mañana, vimos que todo el pueblo se vaciaba. Todos corrían, así que cogimos a los niños y comenzamos a correr también. Íbamos descalzos, pero no nos detuvimos hasta llegar aquí, a unos 35 kilómetros de distancia de nuestro hogar. Cuando llegamos al campo nos enteramos de que muchos de nuestros familiares habían sido asesinados y de que nuestras casas y propiedades habían sido destruidas. Puede que nunca vuelva a ver nuestro pueblo”, explicaba hace algunos meses a nuestros equipos Salamata, una mujer que ahora vive con su esposo y cuatro hijos en un campo para personas desplazadas en Barsalogho, en la región Centro-Norte.
La comida y el agua son cada vez más escasas
El impacto del conflicto en la población local se ha vuelto cada vez más pronunciado. Más allá de los efectos directos de la violencia física, muchos también han perdido sus hogares y medios de subsistencia. Para las comunidades rurales, huir del hogar significa perder las cosechas y el ganado.
"Durante la próxima temporada, muchas personas no podrán sembrar o cosechar ningún cultivo. Mucha gente depende de la agricultura y de la ganadería para alimentar a sus familias y la poca disponibilidad de alimentos que hay hoy en día es un motivo de gran preocupación. Tanto nosotros como otras organizaciones estamos haciendo distribución de alimentos y son muchos los niños que acuden a nuestras clinicas con un alto grado de desnutrición", afirma Youssouf Aly Dembélé, coordinador general de Médicos Sin Fronteras en Burkina Faso.
En los campos de desplazados, las condiciones de vida son extremadamente precarias, con tiendas que de campaña que durante la estación lluviosa se quedan siempre anegadas, con un saneamiento rudimentario y con insuficiente agua potable. "Las personas que viven en estos campos a menudo nos dicen que tienen que caminar varios kilómetros y luego esperar varias horas para aprovisionarse de agua con la que beber, cocinar, asearse y lavar sus enseres", explica Aly Dembélé.
Burkina Faso es un país sin salida al mar, con precipitaciones limitadas y la disponibilidad general de agua está disminuyendo debido al cambio climático. Si bien las comunidades locales hacen todo lo posible para tratar de dar refugio a la gran cantidad de personas desplazadas, el aumento de la demanda de agua está provocando que haya una escasez generalizada. MSF y otras organizaciones han perforado pozos y distribuído agua en camiones cisterna para tratar de cubrir al menos una parte de las necesidades.
Malaria, lesiones físicas causadas por la violencia y un considerable aumento de la demanda de servicios de salud mental entre los principales motivos de consultas médicas
Los equipos de MSF trabajan en cinco de las 13 regiones del país y son testigos que tiene el conflicto en las personas con necesidad de recibir atención médica. "Además de necesitar tratamiento para las lesiones físicas causadas por la violencia, muchos de nuestros pacientes sufren el terrible impacto psicológico que provoca el haber visto cómo asesinaban a otras personas frente a ellos; muchos de ellos familiares, amigos o conocidos. También el impacto que provoca el saber que tu casa y tus cultivos han sido quemados, que tus posesiones y medios de subsistencia se han visto reducidos a la nada", afirma Aly Dembélé.
Las precarias condiciones de vida exponen a la gente a un alto riesgo de contraer enfermedades, incluidas dolencias endémicas como la malaria, una enfermedad que 11 millones de burkineses sufrieron en 2020. Las condiciones de hacinamiento aumentan la probabilidad de sufrir enfermedades infecciosas del tracto respiratorio, mientras que las deficiencias en el saneamiento y la escasez de agua disparan el riesgo de que se produzcan brotes de enfermedades transmitidas por el agua como la diarrea y el cólera.
"Llegar a un hospital es un desafío; proporcionar atención médica supone un riesgo inaceptable"
Las población de muchas de las regiones afecadas por el conflicto necesita con urgencia una mayor cantidad de alimentos, más agua y un mejor acceso a la atención médica. Sin embargo, a día de hoy hay un enorme déficit en la provisión de asistencia humanitaria que se debe a una serie de factores, incluidos la falta de financiación y, sobre todo, a la inseguridad.
Los niveles extremos de inseguridad impiden a menudo que las personas puedan desplazarse para recibir atención médica, mientras que muchas otras no pueden permitirse pagar el transporte que les llevaría hasta el hospital. Al mismo tiempo, la inseguridad impide en muchas ocasiones que los trabajadores sanitarios, incluidos los equipos de MSF, lleguen a las comunidades necesitadas.
Los equipos médicos y humanitarios afrontan una serie de riesgos en Burkina Faso que son totalmente inasumibles. Trabajadores de MSF, así como los de otras organizaciones humanitarias y del Ministerio de Salud, han sido atacados y, en ocasiones, secuestrados. "Nos han robado ambulancias y han destruido centros de salud. En algunos lugares, se han colocado artefactos explosivos improvisados en las carreteras, lo cual convierte cada desplazamiento en una trampa potencialmente letal", asevera Aly Dembélé.
La inseguridad ha provocado, entre otras cosas, que el número de parteras del Ministerio de Salud en la región Este se haya visto enormemente reducido, mientras que en la región del Sahel se han clausurado centros de salud tras los ataques sufridos por el personal médico. Según el Ministerio de Salud, con datos de finales de junio de 2021, 357 establecimientos médicos en todo el país estaban cerrados o no estaban en pleno funcionamiento como resultado de la violencia. Hay además una escasez de médicos especialistas, incluidos cirujanos, anestesistas y parteras, en todas las zonas de Burkina Faso afectadas por la violencia.
"Todo este panorama ha contribuido sin duda al incremento de las tensiones, cuyas consecuencias finales hasta el momento han desembocado en el Golpe de Estado del pasado lunes. Y mientras la atención del mundo se centra en la crisis política y la inseguridad, la crisis humanitaria en Burkina Faso se deteriora a pasos agigantados y pasa desapercibida", concluye Aly Dembélé.
Fernando Calero