Las restricciones de EE. UU. en la frontera dejan a los migrantes gravemente expuestos a la violencia

De cada 10 pacientes atendidos por MSF en la ciudad fronteriza de Tijuana, nueve han sufrido torturas físicas o psicológicas en su país o durante el tránsito por México

Miles de migrantes y refugiados centroamericanos que huyen de la pobreza extrema y de las bandas criminales se encuentran atrapados en Tijuana (México) y por tanto expuestos de nuevo a altos niveles de violencia, alerta Médicos Sin Fronteras (MSF). La organización dispone desde el pasado noviembre de uno de sus equipos de emergencia en esta ciudad fronteriza para atender las necesidades médicas de estas personas mientras tratan de resolver su situación migratoria o cruzar a Estados Unidos (EE. UU.).

“Muchos de los que aguardan en este cruce migratorio vinieron con las caravanas de finales del año pasado; pero los migrantes continúan llegando a la frontera. Llegan personas que han sido deportadas y otras que esperan la resolución de sus peticiones de asilo. Estas, en vista de las actuales restricciones y el aumento de seguridad en la frontera, se encuentran atrapadas en México en condiciones precarias y en riesgo de ser víctimas de las bandas y el crimen que operan en la zona”, explica el coordinador general de MSF en México, Sergio Martín.

Una de las principales preocupaciones de la organización es la salud mental de estas personas, minada, sobre todo en este último tramo del viaje, por la violencia que han sufrido tanto en sus países como en su tránsito por México. “De cada 10 pacientes atendidos por nuestros equipos, nueve han sufrido algún tipo de tortura psicológica o física”, señala Alberto Macín, psicólogo de MSF.

“Al llegar a estos espacios donde las condiciones no son adecuadas para ellos, encontramos síntomas como ansiedad, estrés agudo y algunos casos de estrés post-traumático que se ven agudizados por el entorno, las condiciones de hacinamiento y la falta de sueño”, añade el psicólogo. A esto se le suma el miedo y la ansiedad que tienen de ser detenidos, separados de sus familiares y retornados a sus países donde sus vidas peligran.

Además, los equipos de MSF han detectado casos de violencia sexual, principalmente en mujeres. La violencia sexual es un problema en México, las bandas criminales que se dedican a la trata de personas y a la explotación sexual en el país, suelen tener a esta población, que no es visible y por tanto es doblemente vulnerable, como uno de sus objetivos.

Malas condiciones de agua y saneamiento

Las principales afectaciones físicas de los migrantes y refugiados son infecciones de las vías respiratorias altas (debido principalmente a las condiciones climáticas), enfermedades diarreicas y enfermedades crónicas, como diabetes e hipertensión, entre otras.

Las malas condiciones de agua y saneamiento en los asentamientos fueron en un principio notables: se levantaron tiendas al aire libre sobre tierra que con las lluvias se convirtieron en lodazales, no había baños suficientes, ni agua potable. Bajo esas condiciones los menores comenzaron a enfermarse. “Intentamos mejorar ​ las condiciones de higiene y el abastecimiento de agua potable junto a los responsables de los refugios incrementando el número de duchas y letrinas y apoyando en la organización de las tareas de limpieza y recogida de residuos”, explica el responsable de agua y saneamiento de MSF, Alfonso Artacho.

Sin vuelta atrás

Unas 500.000 personas atraviesan cada año el territorio mexicano con el objetivo de llegar a EE. UU. en busca de una nueva su vida. Las acciones represivas y las restricciones en la concesión de asilo no hacen otra cosa que exponer aún más a estas personas que huyen de la pobreza y la violencia a las amenazas que enfrentan en México, a recurrir a rutas clandestinas y caer en manos de traficantes de personas. A poner en riesgo sus vidas, al fin y al cabo.

 “Me vine porque estaba amenazado por las pandillas. No hay empleo y está muy pesada la corrupción. Mataron a tres de mis hermanos. Mi hermana está pidiendo asilo con sus hijos. También están amenazados. Tengo una esposa y tres hijos. Se quedaron allá. Pasamos mucha hambre. Cuando me fui, me fui llorando, amo mucho a mi esposa y mis hijos. Mi plan es llegar a EE. UU. Hace cuatro años, lo intenté pero me secuestraron en el norte, estuve encerrado siete días, hasta que logré escapar“, relata José Alberto, un migrante de 38 años que salió de Honduras con la primera caravana.


Fotografías de los asentamientos de migrantes y refugiados en Tijuana (México) por Cristopher Rogel Blanquet/MSF

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