La lucha contra la COVID-19 ya está afectando a vacunaciones esenciales como la de sarampión
República Centroafricana, República Democrática de Congo y Chad trabajan actualmente para frenar epidemias mortales de sarampión
Barcelona-Madrid, 7 de abril de 2020.- Implementar las medidas de prevención necesarias para proteger a la población y a los sanitarios frente a la COVID-19 es imprescindible, sobre todo en países donde el sistema sanitario ya está de por sí debilitado y no cubre todas las necesidades de la población. Médicos Sin Fronteras (MSF) está adaptando sus proyectos en todo el mundo a los retos que exige esta nueva pandemia.
Pero al mismo tiempo, las medidas de contención de la COVID-19 no pueden poner en peligro la lucha contra otras enfermedades potencialmente mortales, como el sarampión, la malaria, la neumonía, la meningitis o la desnutrición. Según GAVI, la Alianza Global para la Vacunación y la Inmunización, 13,5 millones de niños ya han perdido la posibilidad de recibir una vacunación por la suspensión de campañas masivas de prevención como medida de contención de la COVID-19, para evitar concentraciones de población.
La reducción del acceso a los servicios médicos en tiempos de emergencia sanitaria provocará más crisis de salud. “Aunque en este momento mantener los servicios de inmunización tanto como sea posible puede parecer una carga adicional, la situación será aún peor si los países tienen que lidiar con la COVID-19 y uno o más brotes de otra enfermedad”, afirma Miriam Alía, referente de Vacunación de MSF. “Esto ya ha pasado en República Democrática de Congo donde hemos tenido que responder de forma simultánea al Ébola y al sarampión”.
Solo en 2018, el sarampión se cobró la vida de más de 140.000 personas en todo el mundo, la mayoría niños pequeños, y se espera que los números del pasado y este año sean aún más elevados, con grandes brotes en curso en varios países.
La Iniciativa Sarampión y Rubéola –que incluye la Cruz Roja Americana, los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de EE.UU. (CDC), UNICEF y la OMS–, declaró a mediados de abril que más de 117 millones de niños corren el riesgo de no vacunarse contra el sarampión en 37 países; ya se han retrasado campañas de sarampión en 24 países, y las campañas ya planificadas en otros 13 países pueden no llegar a implementarse.
La situación es crítica en África subsahariana, donde los casos de sarampión se han disparado en el último año. República Centroafricana (RCA), República Democrática de Congo (RDC) y Chad luchan actualmente para contener epidemias mortales de sarampión.
Eclipsada primero por el brote de Ébola en el este del país y ahora por la COVID-19, la epidemia de sarampión más grande del mundo todavía sigue activa en RDC. Desde enero de 2019, más de 6.600 niños han muerto de sarampión a pesar de las campañas de vacunación adicionales organizadas por el gobierno a finales del año pasado y en algunas zonas del país los casos siguen creciendo. En este contexto ya difícil, las nuevas medidas preventivas contra la COVID-19 están retrasando campañas de vacunación y reduciendo el acceso a la salud, lo que puede provocar un aumento de las muertes por sarampión y otras enfermedades graves.
Cuando se confirmaron en marzo los primeros casos de COVID-19 en RCA, el país ya se encontraba en medio de una grave emergencia humanitaria y de salud. A principios de este año, RCA declaró una epidemia de sarampión en todo el país, el mayor brote en casi dos décadas. A pesar de ser una enfermedad prevenible, la mayoría de la población en el país vive en áreas de difícil acceso golpeadas por la violencia, donde el acceso a la salud –incluida la vacunación– no existe.
Y Chad sigue atrapado por una epidemia de sarampión desde hace dos años que no muestra signos de desaceleración. Desde el comienzo del brote en 2018, MSF ha empujado por conseguir vacunar al 95% de los niños y lograr “inmunidad de grupo”, pero Chad está lejos de alcanzar este objetivo. Según UNICEF, la cobertura de inmunización contra el sarampión es solo del 37% y no ha habido ninguna campaña nacional de vacunación desde 2015.
Las crisis de salud no se detienen por la COVID-19, y una reducción en las actividades de vacunación, apoyo nutricional o prevención de la malaria sembrará las semillas de nuevas crisis potencialmente más grandes. La respuesta a esta nueva pandemia no puede tener un enfoque exclusivo en COVID-19, que solo generará una carga adicional en los sistemas de salud y provocará un resurgimiento de otras enfermedades mortales.
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República Democrática de Congo
A la sombra del brote de Ébola en el este del país, la respuesta al sarampión ha sido deficiente desde el principio. La epidemia no se declaró hasta junio 2019, meses después de que empezaran a reportarse casos, y las campañas de vacunación organizadas por las autoridades se han caracterizado por los retrasos, los problemas de coordinación y la falta de actores en el terreno, ya que muchos de ellos se centraron en la respuesta en el Ébola. Una campaña de vacunación complementaria, destinada a vacunar a los niños que aún no habían sido vacunados, se pospuso repetidamente, antes de finalmente se llevó a cabo a finales de 2019.
Y la epidemia está lejos de acabarse. Desde principios de 2020, ya se han registrado más de 50.000 casos y más de 600 muertes. En total, desde enero de 2019, más de 6.600 personas han fallecido, en su mayoría niños menores de cinco años.
En este contexto ya difícil, las nuevas medidas preventivas contra la COVID-19 están afectando a las campañas de vacunación –dificultades en el transporte de vacunas y equipos, organización de sesiones de inmunización, etc.– aumentando el riesgo de que el brote crezca en alcance y letalidad. Sin embargo, es posible vacunar de forma segura manteniendo normas de prevención y control de infecciones, pero lleva más tiempo y necesita más recursos.
Alphonsine Ekima, de 43 años, vive en el área de salud de Boso Manzi, en la provincia de Mongala, duramente golpeada por la epidemia de sarampión. Hace seis semanas, su hija Marie, de tres años, murió de sarampión. Fue enterrada el mismo día que moría su primo por la misma enfermedad. “Marie es el cuarto hijo que pierdo”, dice Alphonsine.
En 2020, los equipos de MSF se han desplegado en una docena de provincias del país y ya han vacunado a más de 260.000 niños contra el sarampión y tratado 17.500 enfermos. El año pasado, MSF vacunó a 816.000 niños contra el sarampión y atendió a más de 50.000 pacientes con esta enfermedad.
“Estamos adaptamos nuestro trabajo al coronavirus y apoyando la respuesta para frenar esta nueva pandemia, pero es importante recordar que un enfoque centrado solo en la COVID-19 sembrará las semillas de otras crisis de salud importantes”, afirma Emmanuel Lampaert, coordinador de Operaciones de MSF en RDC. “Reducir las vacunaciones, el apoyo nutricional o la prevención de la malaria por una crisis de salud pública solo conducirá a otras crisis, lo que empeorará la situación. Descuidar los otros problemas de salud nos haría cómplices de muchas más muertes futuras”.
República Centroafricana
Tras años de violencia e inseguridad, RCA se enfrenta a una emergencia de salud crónica. Con cinco millones de habitantes, más de 700.000 de ellos desplazados debido a la inseguridad según la ONU, la mayoría de la población no tienen acceso a servicios de salud y muchos niños no han sido vacunados.
En estas condiciones, una enfermedad prevenible pero altamente contagiosa como el sarampión puede propagarse rápidamente. En enero, el Ministerio de Salud declaró una epidemia nacional de sarampión.
“Los desafíos logísticos y el coste de llevar a cabo una campaña de vacunación a gran escala en partes tan remotas y aisladas del país son enormes”, explica Ester Gutiérrez, coordinadora general de MSF en RCA. “A muchas de estas áreas solo se puede llegar en avión. Nuestros equipos móviles a menudo tardan varios días en llegar a las aldeas más alejadas. La inseguridad es otro problema. En el área entre Bria y Ouadda, en el centro del país, por ejemplo, los combates nos impidieron llevar a cabo nuestras actividades médicas y de vacunación planificadas”. Mantener la cadena de frío sin electricidad es otro reto enorme en el país.
Yvonne Zongagofo insistió en llevar a su hijastro Maxime al puesto de salud apoyado por MSF del pueblo de Benzambe, a varias horas en coche de la ciudad de Bossangoa. “Sabía que era sarampión. No hemos tenido a nadie enfermo por esta enfermedad durante años, pero reconocí los síntomas porque recuerdo la última epidemia, cuando era una niña. Hoy en día la situación ha mejorado un poco, tenemos algo más de acceso a la atención médica, pero no es suficiente. Los niños siguen muriendo en mi comunidad”. Maxime fue referido a la unidad de sarampión del hospital de Bossangoa.
MSF ha lanzado una campaña de vacunación masiva de sarampión para vacunar a más de 340.000 niños de edades comprendidas entre los 6 meses y los 10 años en siete zonas de salud hasta finales de mayo. Y desde principios de año, ha tratado más de 6.200 casos sospechosos de sarampión en la región de Ouham y los distritos de salud de Nangha Boguila y Bossangoa, en el norte del país.
Desde que se registró el primer caso de COVID-19, MSF está apoyando a las autoridades en su respuesta a la pandemia. Pero al mismo tiempo, la organización teme que una reducción del acceso a la vacunación provoque el aumento de las enfermedades prevenibles en los próximos meses.
Chad
Declarada oficialmente en mayo de 2018, 118 de 126 distritos de salud del país se han visto afectados por la epidemia de sarampión y las provincias del sur, cerca de la frontera con la República Centroafricana, se enfrentan ahora a un rápido aumento de casos.
Durante los primeros tres meses de 2020, el Ministerio de Salud reportó 7.412 casos sospechosos, la mayoría en los distritos de salud de Beboto, Kyabe y Goundi.
En febrero, MSF vacunó a 25.177 niños entre 6 meses y 9 años en Beboto, después de que el Ministerio de Salud alertara de que los casos de sarampión en el distrito se habían duplicado en cuestión de semanas. En abril, MSF también realizó una campaña de vacunación masiva en el distrito de Kyabe, una región atravesada por la trashumancia de los pastores nómadas, y vacunó a más de 60.000 niños.
La supervisora de enfermería de MSF, Ngueremi Yary Roger, explica que al llegar al distrito de Beboto, el equipo descubrió que varias familias habían perdido tres o cuatro hijos recientemente por culpa de la enfermedad.
El clima extremo de Chad, con temperaturas que a veces superan los 50 grados centígrados, implica un gran desafío para garantizar la cadena de frío de las vacunas. Además, los hospitales locales a menudo carecen de los recursos humanos y suministros médicos necesarios para tratar casos graves de sarampión.
Desde que se confirmó el primer caso de COVID-19 en Chad el 19 de marzo, la mayoría de los actores humanitarios y los donantes han centrado su atención en las actividades de prevención de la COVID-19.
El Ministerio de Salud, con el apoyo de UNICEF y GAVI, ha planificado una campaña de vacunación para este año, pero existe el temor de que no se implemente por un gran brote de COVID-19.
“A pesar de que la COVID-19 es una emergencia que atrae toda la atención del país y los donantes, la respuesta a la epidemia de sarampión sigue siendo nuestra principal prioridad", explica el coordinador general de MSF, Seidina Ousseini. “Chad sufre una crisis económica desde 2015 y no tiene la capacidad ni fondos para responder a la COVID-19 y el sarampión al mismo tiempo. Es importante recordar que aunque los fondos de los donantes se desvíen a actividades de COVID-19, debemos seguir apoyando a Chad a combatir el sarampión y a garantizar otros servicios de salud para evitar una situación catastrófica en la que todos estos problemas se fusionen en un problema aún mayor”.
Vacunar a los niños en su casa, siguiendo una estrategia de "puerta a puerta", podría ser una opción para limitar las concentraciones y garantizar que las campañas de vacunación no contribuyan a la propagación de la COVID-19. Son posibles reuniones de menos de 50 personas, siempre que las colas respeten las medidas de espacio físico y que todos, pacientes, familiares y, por supuesto, trabajadores de la salud, puedan recibir equipo de protección personal. MSF acaba de empezar a fabricar máscaras de tela en Yamena, pero aún carece de equipos de protección personal para el personal sanitario, como en muchas otras partes del mundo. Esto combinado con la dificultad de traer personal internacional al país, es el gran desafío a día de hoy.
Silvia Fernández