La ayuda española e internacional no crecen al mismo ritmo que las necesidades humanitarias
En el periodo 2021-2022, la brecha entre necesidades y recursos siguió agrandándose, dejando a cada vez más poblaciones sin la asistencia y protección adecuadas. Los dobles raseros aplicados a numerosas situaciones de crisis, con Ucrania como mayor exponente de la desigualdad en las respuestas, ponen en cuestión algunos de los principios y valores en los que se ha basado la acción humanitaria desde sus orígenes
- A pesar del continuo incremento de las necesidades humanitarias, la ayuda humanitaria internacional apenas ha aumentado un 2,6% entre los años 2018 y 2021. De todos los fondos solicitados por Naciones Unidas en 2021 para atender las consecuencias de las crisis, apenas se cubrieron la mitad.
- La ayuda humanitaria española, a pesar de haber registrado un incremento del 12%, sigue estando muy lejos de las cifras de hace algo más de una década y su peso respecto a la ayuda oficial al desarrollo (AOD) sigue siendo netamente inferior a las recomendaciones internacionales.
Madrid, 15 de diciembre de 2022. Bajo el título “La acción humanitaria en 2021-2022: más allá de la guerra de Ucrania”, el Instituto de Estudios sobre Conflictos y Acción Humanitaria (IECAH) y Médicos Sin Fronteras (MSF) han presentado hoy la decimoséptima edición de su Informe anual sobre ayuda humanitaria española e internacional. En él se ponen claramente de manifiesto cómo las desigualdades en la financiación y distribución de la ayuda se están incrementando año tras año, con el caso de Ucrania como mayor exponente del doble rasero que se aplica a la hora de destinar fondos y recursos a unas crisis u otras.
Los diferentes niveles de cobertura de las crisis reflejan una atención muy desigual entre las crisis «ruidosas» como la de Ucrania, y las crisis «olvidadas», como las de Afganistán, Siria, Yemen o los Territorios Palestinos Ocupados. Mientras que algunos contextos atraen la atención de los medios de comunicación y de los donantes, otros son ignorados o pronto se olvidan. Este efecto mediático contribuye, junto con las prioridades geopolíticas, a impulsar el destino de la ayuda en una u otra dirección, más que el número de personas afectadas por los conflictos o sus niveles de mortalidad.
“El conflicto en Ucrania ha producido una inmensa reacción de solidaridad que no solo se explica por el efecto mediático o los factores geopolíticos, sino también por la percepción de proximidad geográfica, cultural y socioeconómica. Sin embargo, debemos priorizar los principios de imparcialidad e independencia en la acción humanitaria para llegar a las personas en situación de mayor necesidad”, afirma Raquel González Juárez, coordinadora de MSF España.
Los dobles raseros aplicados a numerosas situaciones de crisis a las que apenas se responde ponen en cuestión, de modo real, algunos de los principios y valores en los que se ha basado la acción humanitaria desde sus orígenes.
La ayuda a Ucrania no está siendo adicional a la financiación actual, a loque hay que añadir que, mientras que a los refugiados y refugiadas ucranianas se les ha concedido acceso temporal y protección en los países europeos, se han negado los mismos derechos a las víctimas de otras crisis humanitarias. Nuestro deber de cuidado hacia el pueblo de Ucrania no debe realizarse a expensas del apoyo y la protección adecuadas para las personas que sufren otras crisis”, afirma González Juárez.“Es imperativo que aboguemos de modo claro por una acción humanitaria merecedora de ese nombre y que esté basada en las ideas básicas de humanidad e imparcialidad”, concluye.
AYUDA HUMANITARIA INTERNACIONAL
La financiación humanitaria internacional en 2021 ascendió a 31.300 millones de dólares, pero lo que verdaderamente destaca el Informe es que,a pesar del continuo incremento de las necesidades humanitarias, esta financiación solo ha aumentado un 2,6% entre los años 2018 y 2021.
Además, de todos los fondos solicitados por Naciones Unidas en 2021 para atender las consecuencias de las crisis, apenas se cubrieron un 56%, lo cual supone el segundo peor porcentaje registrado jamás. “Cuantitativamente es cierto que los fondos aumentaron levemente, pero no en la misma proporción que las solicitudes de aportaciones. La brecha entre necesidades y recursos sigue agrandándose, dejando a cada vez más poblaciones sin la asistencia y protección adecuadas”, explica Francisco Rey Marcos, codirector del IECAH.
Otro dato que destacar es el que refleja que apenas veinte países donantes proporcionaron el 97% de toda la financiación humanitaria internacional pública sin que entren nuevos donantes a esta lista y siendo los países del Comité de Ayuda al Desarrollo (CAD) de la OCDE, con el Reino Unido y Estados Unidos a la cabeza, los principales donantes.
Por otro lado, en 2021, cuando todavía no había comenzado la crisis en Ucrania, los diez principales receptores de ayuda absorbieron el 60% del total de los fondos asignados a países. Los dos primeros fueron Yemen, que recibió 2.700 millones de dólares, y Siria, 2.100, a pesar de importantes disminuciones en ambos países. En tercer lugar, aparece Afganistán, que a pesar del bloqueo de ayuda por parte de muchos países tras la toma de poder por parte de los talibanes experimentó el mayor aumento de financiación, alcanzando los 1.800 millones de dólares. El cuarto país es Etiopía, donde, a raíz entre otras cosas del conflicto en Tigray, la ayuda creció casi un 60%, pasando de 967 a 1.600 millones de dólares. En cambio, Líbano, que aun así sigue estando entre los diez mayores perceptores de ayuda, sufrió el mayor descenso de financiación, con una caída del 44%.
Por último, en este apartado merece la pena destacar que la pandemia de la COVID-19 ha revertido en gran medida los avances logrados en igualdad de género y empoderamiento de mujeres y niñas. La financiación total en la que las cuestiones de género son integradas de una manera relevante solo representa el 3,4% de la financiación humanitaria internacional total.
COOPERACIÓN Y AYUDA HUMANITARIA ESPAÑOLA
La acción humanitaria española se ha incrementado un 12,01% respecto a las cifras de 2020, con un total de 107,58 millones de euros. Este dato, aunque positivo, sigue estando muy lejos de las cifras que se alcanzaron a finales de la década de los 2000 y principios de la década de 2010, cuando el total de ayuda humanitaria española llegó a ser de 465 millones de euros.
En cuanto al desglose de estos 107,58 millones, 81,92 corresponden a fondos gestionados por la Administración pública central y 25,65 millones a fondos aportados por la cooperación descentralizada, principalmente por comunidades autónomas y ayuntamientos. De todos ellos, las ONG y las organizaciones de la sociedad civil canalizaron el 51,01%.
En cuanto a la Ayuda Oficial al Desarrollo (AOD) neta española, en 2021 la cifra total ascendió a 3.072,34 millones de euros, lo que supone un aumento del 18% respecto al año anterior y la sitúa en un 0,25% del PIB, todavía a años luz del 0,7% con el que alguna vez se llegó a soñar. Y, por otro lado, el peso de la ayuda humanitaria respecto a la AOD en 2021 se situó en el 3,5%, un porcentaje netamente inferior a lo establecido en las recomendaciones a nivel internacional del 10%. Sin embargo, la reciente aprobación de la Ley de Cooperación para el Desarrollo Sostenible y la Solidaridad Global, sí incluye alcanzar en 2030 el 0,7% del PIB para la AOD y, que de ese 0,7%, el 10% como mínimo se destine a acción humanitaria.
OTRAS PREOCUPACIONES MÁS ALLÁ DE LA GUERRA DE UCRANIA: COVID-19, AMENAZA NUCLEAR, DESPLAZAMIENTO DE POBLACIÓN Y CAMBIO CLIMÁTICO
El acaparamiento de las vacunas contra la COVID-19 por parte de los países desarrollados, en una clara señal de insolidaridad y ceguera aumentó aún más la fragilidad de quienes ya estaban en situaciones de vulnerabilidad. Sin embargo, una vez superados los peores momentos de la pandemia, las principales amenazas para la seguridad humana que destaca el Informe son, al menos a día de hoy, la emergencia climática y la proliferación de armas de destrucción masiva. “El desarrollo de la guerra en Ucrania, ya en plena escalada rusa para evitar por todos los medios un resultado desfavorable a su aventura militarista, bien puede adentrarnos en un escenario absolutamente desconocido desde el fin de la II Guerra Mundial”, afirma Jesús A. Núñez Villaverde, codirector del IECAH.
El número de personas en situación de necesidad de asistencia humanitaria continuó aumentando en 2021, alcanzando los 306 millones de personas. Y según el Informe de tendencias presentado a mediados de noviembre por ACNUR, en junio de 2022 se superaron los 100 millones de personas refugiadas y desplazadas en el mundo; una cifra que no ha dejado de crecer durante los últimos años y que se ha visto enormemente agravada por la guerra de Ucrania. Los 103 millones de personas refugiadas y desplazadas de las que da cuenta dicho informe suponen un incremento de un 15% respecto al cierre de 2021. Y es que, de los 13,6 millones de personas que han tenido que abandonar su hogar en los seis primeros meses de 2022, 11,7 corresponden a Ucrania; una cifra que, cuando estén disponibles los datos finales de 2022, se verá de nuevo incrementada.
Y es que, “los conflictos de alta intensidad, sumados a unos altos niveles de fragilidad socioeconómica y a la alta vulnerabilidad al cambio climático, se entrelazan para incrementar el riesgo y el grado de exposición a las crisis y a los desastres, que en ningún caso deben llamarse naturales, pues la amenaza que los produce ha sido incrementada por la acción humana” concluye Núñez Villaverde.
CABO DELGADO Y TIGRAY, DOS GRANDES CRISIS OLVIDADAS POR LOS MEDIOS Y TAMBIÉN POR LA COMUNIDAD INTERNACIONAL
Dos grandes crisis olvidadas como las de Cabo Delgado, en Mozambique, y Tigray, en Etiopía, son un buen ejemplo de lo necesario que resulta seguir luchando para que el Derecho Internacional Humanitario sea respetado y pueda así seguir contribuyendo cada día, como efectivamente lo hace, a salvar vidas y a mejorar la situación de las personas afectadas por la violencia y los conflictos armados. “Existe una percepción generalizada, en parte justificada, de que el DIH solo se logra aplicar cuando ya se han cometido las atrocidades, pero se trata de una herramienta que sirve para salvar muchas vidas cada día y mejorar la protección. Y por eso mismo es importante combatir esa narrativa de falta de utilidad del DIH”, afirma Rey Marcos.
Por un lado, recientementese han cumplido cinco años desde el inicio del conflicto en Cabo Delgado, en el norte de Mozambique, cuya escalada en los dos últimos ha sido vertiginosa. Se calcula que ya hay alrededor de un millón de personas desplazadas y que más de 4.000 han perdido la vida, cuando en marzo de 2020 el número de personas afectadas por la violencia apenas sobrepasaba las 150.000.
“A pesar de que el conflicto es cada vez más complejo y del enorme impacto que está teniendo en la población, en algunos de los distritos donde trabaja MSF en el norte y centro de la provincia, a menudo no hay ninguna o muy pocas organizaciones con presencia regular”, afirma Aitor Zabalgoezakoa Llodio, responsable de la Unidad de Emergencias de MSF España.
Por otro lado, en Tigray, Etiopía, los equipos de Médicos Sin Fronteras, desplegados desde finales de 2020 en la región, fueron testigos de los extremados niveles de violencia sufrida por sus habitantes y de cómo los ataques indiscriminados contra personas indefensas se convirtieron en una práctica habitual, en medio del desamparo más absoluto. Numerosos hospitales y centros de salud fueron saqueados, vandalizados y destruidos en una serie de ataques deliberados y generalizados con el objetivo de dejar a la misión médica fuera de funcionamiento. Como resultado de todo ello, en apenas dos años, según datos del Global Protection Cluster, miles de personas civiles han sido asesinadas y tres millones de personas han sido desplazadas; 1,8 dentro de la propia región de Tigray.
En este contexto de violencia, el 24 de junio de 2021, tres miembros del personal de MSF España, María Hernández Matas, Tedros Gebremariam Gebremichael y Yohannes Halefom Reda, fueron asesinados. “Nuestros 3 compañeros forman parte del total de 36 trabajadores y trabajadoras humanitarios que han muerto en el ejercicio de su trabajo o que directamente han sido asesinados en Etiopía desde noviembre de 2020, lo que lo convierte en el país más peligroso del mundo para prestar ayuda”, denuncia Zabalgogeazkoa Llodio.
En el momento de sus muertes, Médicos Sin Fronteras España tomó la dolorosa pero necesaria decisión de suspender las actividades en las zonas central y oriental de Tigray. "Un año y medio después, todavía no tenemos ninguna claridad sobre las circunstancias que condujeron a los asesinatos. La falta de asunción de responsabilidades de aquellos que infringen dolor y sufrimiento de manera intencionada, sumada a la impotencia por las dificultades de acceso a las poblaciones, es una herida que no cesa. En cualquier caso, si hay una cosa clara a día de hoy es que desde Médicos Sin Fronteras no cejaremos en el empeño de clarificar las circunstancias y motivaciones de los asesinatos”, concluye Zabalgogezkoa Llodio.
Desde el año 2003, el IECAH, en colaboración con Médicos Sin Fronteras España, elabora este informe que trata de informar sobre la realidad de la acción humanitaria española e internacional. Durante este periodo de casi dos décadas, el IECAH ha venido realizando un seguimiento detallado de la acción humanitaria, lo que, junto con la formulación de diversas propuestas, pretende influir en la mejora de la calidad de la ayuda que realiza nuestro país.
El Instituto de Estudios sobre Conflictos y Acción Humanitariaes una iniciativa independiente que surge en el año 2000 con el objetivo de contribuir a la mejora de la acción humanitaria española. Centra su actividad en los ámbitos de la investigación, la docencia, la sensibilización e incidencia y la consultoría sobre estas materias. Colabora con las organizaciones humanitarias, tanto ONG como las diversas Administraciones públicas o instituciones privadas nacionales e internacionales.
Médicos Sin Fronteras es una organización médico-humanitaria internacional independiente con 50 años de historia que presta ayuda de emergencia a personas afectadas por conflictos armados, epidemias, exclusión de la atención sanitaria y desastres naturales. Actualmente trabaja en más de 70 países.
Fernando Calero