Desplazados sin ayuda en Darfur Central

Guerra en Sudán: El vacío humanitario agrava las necesidades en una de las mayores crisis del mundo

Aissa y su familia llevan meses viviendo en un contenedor de transporte en la devastada estación de bomberos de Zalingei, Darfur Central, trais huir del campamento de desplazados a causa de los combates. © Juan Carlos Tomasi/MSF
Aissa y su familia llevan meses viviendo en un contenedor de transporte en la devastada estación de bomberos de Zalingei, Darfur Central, trais huir del campamento de desplazados a causa de los combates. © Juan Carlos Tomasi/MSF 

Zalingei (Sudán)/ Madrid, 4 de junio 2024.- La guerra de Sudán, brutal e inhumana, ha creado una de las mayores crisis de desplazados del mundo. Más de 9,2 millones de personas han tenido que huir de sus hogares, de estas, más de 7,1 millones están desplazadas dentro del país. El sufrimiento de la población civil está alcanzado cotas enormes a causa de la violencia extrema y de los intensos combates entre las Fuerzas Armadas de Sudán (FAS) y las Fuerzas de Apoyo Rápido (FAR) y el vacío humanitario agrava aún más las necesidades de la población.

El estado de Darfur Central acoge a más de 420.000 desplazados. Cuando en abril del año pasado estallaron los combates en la ciudad de Zalingei, capital del estado, las personas desplazadas que vivían en el campo de Al-Hasahisa se encontraron atrapadas entre dos fuegos. El campo, que en su día albergó a unas 50.000 personas —la mayoría ya desplazadas a principios de la década de 2000— se vació. Sus residentes huyeron, dejando tras de sí casas de ladrillo destruidas y calles fantasmales, y buscaron seguridad en refugios improvisados: bancos saqueados, escuelas, parques de bomberos y otros campamentos abandonados por toda la ciudad.

Mapa de Zalingei, en el estado de Darfur Central, Sudán.
Mapa de Zalingei, en el estado de Darfur Central, Sudán.

Desplazamiento generalizado y supervivencia sin ayuda
La noche del 2 de noviembre, Aissa y su familia se subieron a carretas tiradas por burros y escaparon de Al-Hasahisa. Les habían robado la mayoría de las pertenencias; sólo les quedaba un colchón.

"Nos persiguieron y nos obligaron a marcharnos", relata Aissa, de 50 años. "Algunos de nuestros hombres murieron. A otros los detuvieron. Se llevaron nuestras cosas. Cuando nos íbamos, nos pararon [unos hombres armados]. Ataron [a la gente] y golpearon a los chicos jóvenes".

Aissa y su familia llevan viviendo más de seis meses en un contenedor de transporte en la devastada estación de bomberos de Zalingei. Al igual que millones de desplazados en Sudán, dependen principalmente de una ayuda humanitaria que sigue sin llegar a muchos lugares. Aissa y su familia no tienen acceso adecuado a agua, alimentos, servicios esenciales, ni atención médica.

Al otro lado de la calle del parque de bomberos, Najwa, de 30 años, y sus tres hijos se han refugiado en un banco saqueado junto a 30 desplazados procedentes del campo de Hasahisa. Allí han creado una ilusión de hogar: cajas fuertes utilizadas como armarios, ventanas tapiadas, y alféizares que ahora sostienen unas cuantas bolsas hechas jirones y plantas marchitas.

"Vivimos en estas condiciones, sin techo y sin comida", explica Najwa, señalando las sábanas rotas que cubren el vestíbulo. "Pero nunca hemos recibido ayuda, ni siquiera una pastilla de jabón. Pronto llegará la estación de lluvias, y no sabemos adónde ir", se lamenta.

En el corazón de la ciudad, la Universidad de Zalingei, antaño un centro para estudiantes de medicina, agricultura y tecnología, yace sin alumnos. En el auditorio se almacenan fardos de heno, mientras que los edificios del campus están conectados por tendederos para la ropa. Transformada en refugio improvisado, en sus aulas y oficinas viven más de mil personas. Son sobre todo agricultores que no pueden cuidar de sus cultivos.

Miles de personas desplazadas como Aissa y Najwa sobreviven, en gran medida, aislados de la ayuda humanitaria y en condiciones deplorables.

Sistema sanitario colapsado
El acceso de la población a la atención médica en Zalingei se ha visto completamente interrumpido, provocando la pérdida de vidas no sólo por heridas de guerra sino por afecciones tratables.

"La guerra ha cortado por completo el acceso de la población a la atención sanitaria en todo el país", explica Víctor García Leonor, que acaba de regresar del país donde ha sido coordinador de Emergencias de MSF. "Los precios de los medicamentos y los alimentos se han disparado, lo que los deja fuera del alcance de la población —especialmente para las personas desplazadas— y la mayoría de los centros de salud ya no funcionan correctamente. Al mismo tiempo, el país se enfrenta a un vacío humanitario que agrava aún más las enormes necesidades sanitarias no cubiertas", añade.

Las principales necesidades sanitarias están relacionadas con heridas de guerra, brotes epidémicos, falta de acceso a las vacunas, inseguridad alimentaria, las deplorables condiciones de vida y la falta de capacidad del sistema sanitario. El sistema de derivación ha colapsado en todo el estado y el único hospital que ofrecía atención secundaria, el Hospital Universitario, ha sido saqueado y atacado en múltiples ocasiones. El personal del Ministerio de Sanidad lleva meses trabajando sin cobrar, haciendo todo lo posible por mantener el hospital en funcionamiento sin el equipo ni los suministros adecuados.

Una mañana, a primeros de abril, Khadija espera a que den el alta a su hija Malaka en el Hospital Universitario. Es el primer día que los equipos de MSF reabren las urgencias tras su rehabilitación, y Malaka es una de las primeras pacientes. "Viajé durante más de una hora hasta el Hospital de Zalingei para recibir tratamiento para mi hijo, que dio positivo en la prueba de la malaria", cuenta Khadija.

Médicos Sin Fronteras (MSF) presta atención médica en el Hospital Universitario. En abril, los equipos de MSF reabrieron los departamentos de urgencias, maternidad, un centro de alimentación terapéutica para pacientes hospitalizados y pediatría y siguen apoyando la rehabilitación del departamento de cirugía para atender a las cerca de 300.000 personas que permanecen en la ciudad.

Solo en abril, los equipos de MSF atendieron más de 900 consultas de urgencias, casi 400 ingresos pediátricos, 100 partos seguros en el Hospital Universitario de Zalingei y trataron a más de 50 niños con desnutrición en el centro de alimentación terapéutica.

Las organizaciones humanitarias que en su día estuvieron presentes antes de la guerra, aún no han regresado tras evacuar el país hace más de un año, cuando comenzaron los combates. En el caso específico de Zalingei, desde hace dos meses, las Naciones Unidas no están presentas y sólo unas pocas organizaciones prestan asistencia en la ciudad, lo que representa sólo una gota en el océano de las necesidades.


MSF trabaja y presta apoyo a más de 30 centros de salud en 9 estados de Sudán: Jartum, Al Gezira, Nilo Blanco y Azul, Al Gedaref, Darfur Occidental, Darfur Norte, Sur y Central, y Mar Rojo. La organización trabaja tanto en las zonas controladas por las FAS como en las controladas por FAR. Los equipos de MSF brindan atención traumatológica, materna y pediátrica y tratan la desnutrición, además de otros servicios sanitarios. Los equipos de MSF también facilitan ayuda humanitaria a refugiados y retornados sudaneses en Sudán del Sur y en el este de Chad.

 

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