25 años del Nobel de la Paz

25 años después del reconocimiento, MSF es testigo del fracaso de la comunidad internacional en la protección de civiles y de las violaciones del derecho internacional humanitario

James Orbinski, presidente internacional de MSF, en el discurso de aceptación del Nobel de la Paz. 10 de diciembre de 1999. PATRICK ROBERT ​ 

Madrid, 9 de diciembre de 2024.- El 10 de diciembre de 1999, James Orbinski, presidente internacional de Médicos Sin Fronteras (MSF), aceptaba el premio Nobel de la Paz otorgado a la organización con un discurso en Oslo, Noruega, en el que denunciaba los bombardeos indiscriminados que el Ejército ruso lleva meses perpetrando contra la población civil en Chechenia y en particular en Grozni.

Hoy, 25 años después, el mundo ha ahondado en algunos de los problemas de entonces: la comunidad internacional fracasa en la protección de civiles y en la defensa del derecho internacional humanitario.

“Si los conflictos y las guerras son asuntos de Estado, las violaciones del derecho humanitario, los crímenes de guerra y los crímenes contra la humanidad nos conciernen a todos y cada uno de nosotros”, James Orbinski, Oslo, 1999.

Los conflictos son cada vez más numerosos y con consecuencias más devastadoras para la población. Según el Institute for Economics and Peace, se ha alcanzado el pico más alto de conflictos desde la Segunda Guerra Mundial, con 56 guerras y 92 países involucrados.

Sudán y Gaza, dos de las grandes crisis humanitarias actuales, son trágica muestra de estos problemas. Ambas ponen en evidencia el fracaso en la protección de la población civil, las dificultades para el acceso humanitario y la impunidad ante las violaciones del derecho internacional humanitario (DIH).

En Gaza asistimos a una catástrofe humanitaria de una gravedad extraordinaria, tanto por los niveles de violencia contra civiles como por las restricciones a la ayuda humanitaria y la destrucción sistemática del sistema sanitario. El derecho internacional que Israel ha suscrito, establece que los civiles deben distinguirse de los combatientes y que deben tomarse medidas para protegerlos. En este conflicto se están ignorando manifiestamente.

“Durante mucho tiempo se ha creído que el silencio significaba neutralidad, presentándose como condición indispensable para la acción humanitaria. Desde el principio, MSF se creó para oponerse a esta creencia”, James Orbinski, Oslo, 1999.

En Sudán, con la mayor crisis de desplazamiento del mundo (11,8 millones han tenido que dejar sus hogares) y donde la mitad de la población necesita ayuda humanitaria, hay una falta de acción de la comunidad internacional evidente.

La acción humanitaria es más necesaria que nunca, pero se enfrenta a graves dificultades para llevarla a cabo. El bloqueo para acceder a las poblaciones es una constante. Es el caso de Sudán, donde las partes enfrentadas obstruyeron los suministros en el campo de Zamzam, Darfur Norte, obligando a MSF a interrumpir la atención a 5.000 niños con desnutrición.

“No podemos asegurar que las palabras siempre salven vidas, pero sabemos que el silencio, sin lugar a duda, mata”, James Orbinski, Oslo, 1999.

Ataques a la misión médica
25 años después de la aceptación del Nobel, los ataques a la atención sanitaria alcanzan cotas récord. Según la Coalición para la Salvaguarda de la Salud en Conflictos, 2023 marcó el aumento global más significativo de ataques a la atención médica jamás registrado con más de 2.500. Desde 2015, MSF ha perdido al menos a 32 de sus trabajadores en ataques directos a sus instalaciones

“[El derecho humanitario] establece los derechos de las víctimas y de las organizaciones humanitarias y determina la responsabilidad que los estados tienen de asegurar el respeto a estos derechos y sancionar su violación como crímenes de guerra. En la actualidad, este marco es claramente disfuncional”, James Orbinski, Oslo, 1999.

Cada vez más, la asistencia sanitaria es una de las víctimas de los conflictos, con efectos devastadores para la población civil. Hay una profunda erosión de la protección de la asistencia médica y del mismo principio de distinción entre civiles y combatientes.

La acción humanitaria tiene sus limitaciones. No puede ser un sustituto de una acción política definitiva. En Ruanda, al principio del genocidio, MSF se manifestó abiertamente para pedir que éste se detuviera por el uso de la fuerza. Sin embargo, nuestro grito de ayuda no encontró más que parálisis institucional, […] y rechazo de responsabilidad política para parar un crimen que ‘nunca jamás’ volvería a pasar”, James Orbinski, Oslo, 1999.

En enero de 2024, la Corte Internacional de Justicia (CIJ) ordenó a Israel que adoptara medidas provisionales para impedir actos genocidas en Gaza. A pesar de las peticiones de la CIJ, no se ha hecho nada al respecto.

“Hay límites para el humanitarismo. Ningún médico puede llegar a detener un genocidio. La acción humanitaria no puede detener la limpieza étnica, […] Y no hay acción humanitaria que pueda conseguir la paz. Éstas son responsabilidades políticas […]”, James Orbinski, Oslo, 1999.

Desde hace más de un año, MSF viene implorando a los líderes mundiales que actúen sin demora para poner fin al sufrimiento, garantizar el suministro de ayuda humanitaria vital y proteger las vidas de la población de Gaza.

Los ataques a la asistencia sanitaria ¿una “nueva normalidad”? ​
En Gaza, MSF ha visto niveles catastróficos de destrucción de la infraestructura sanitaria. En noviembre, la OMS informó de que, de los 36 hospitales de la Franja, 33 habían sufrido daños y 19 estaban fuera de servicio. Por su parte, MSF ha tenido que abandonar 14 instalaciones sanitarias en Gaza desde el 7 de octubre de 2023.

En Sudán, los ataques contra instalaciones médicas han aumentado vertiginosamente. En 2023, la OMS ha documentado 88 ataques en los que murieron 56 trabajadores sanitarios, se saquearon medicamentos vitales y se dañaron instalaciones sanitarias. Solo MSF sufrió más de 60 incidentes de violencia contra su personal y bienes entre abril de 2023 y junio de 2024 por las dos partes en conflicto, y se ha visto obligada a suspender sus actividades en cuatro centros de salud en el último año.

En Ucrania, los equipos de MSF han sido testigos de la destrucción masiva de centros médicos y de ataques contra hospitales y centros de salud. Solo en la región de Jersón, el 80% de las instalaciones sanitarias sufrieron daños totales o parciales. MSF ha descubierto la presencia de minas antipersona en hospitales en zonas anteriormente bajo ocupación rusa.

“Sólo los estados pueden imponer respeto al derecho humanitario. Y este esfuerzo no puede ser puramente simbólico”, James Orbinski, Oslo, 1999.

En esta “nueva normalidad” existe el riesgo de que los ataques se utilicen como parte de una estrategia de guerra premeditada. Ya se hace un uso deliberado o imprudente de métodos de guerra que afectan de forma indiscriminada y/o desproporcionada a la asistencia sanitaria y que oscilan desde la de desconsideración insensata a la estrategia de guerra directamente intencional.

"El resultado es la destrucción de un componente básico para la preservación de la vida tanto en Gaza como en Sudán. Tanto si es una estrategia deliberada de guerra o si responde a una negligencia temeraria, los ataques son inaceptables y nada justifica el nivel de destrucción de los servicios médicos", recalca Raquel González, coordinadora de MSF España.

El DIH es explícito sobre que hospitales y personal médico no son objetivos militares. La Resolución 2286 del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas exige el respeto y la protección de los trabajadores humanitarios, el personal médico, los transportes sanitarios y las instalaciones médicas.

Sin embargo, hoy, 25 años después del Nobel, en muchos conflictos los hospitales no son lugares seguros y el personal médico y los pacientes han sido desprovistos de la protección que el DIH otorga y que sigue siendo la expresión más clara del acuerdo global para mantener un espacio para la humanidad en medio de la guerra.

"Lo que percibimos en los últimos años no es solo la erosión del DIH, sino una aceleración del colapso y de la demolición del mismo consecuencia de una mezcla de acciones deliberadas, negligencia o impotencia. El derecho que protege a los civiles en zonas de conflicto es uno de los logros de la humanidad y debe ser protegido y defendido a toda costa. Estamos cruzando un umbral cuando implosiona no solo el DIH sino otros marcos de derechos como los derechos de asilo y refugio", concluye Raquel González.

 

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